a veces mis ojos se abren en sobresalto
el martillo de dolor golpea alguno de mis huesos
el dolor y yo, convivimos en el mismo espacio
yo, empeñada en mostrar sonrisas
él, escondido entre los músculos y los nervios
espera a mis momentos cómodos para saltar
y como un cuchillo agujerea y desgasta mi energía
a veces no solo daña el cuerpo
el dolor se incrusta en la escasez de mi luz
y nace el miedo
el miedo me llena de imágenes y rostros casi olvidados
que vienen a decirme lo único cierto:
estoy sola
la soledad es la única amiga, sombra que permanece a mi lado
ella es la verdad que palpita en este corazón que porto
como una oxidada campanada que chirria a cada pulso
que empuja las venas de estas muñecas finas y arrugadas
de donde unas manos nacen con diez garfios deformes
y en la lengua, el óxido salpica la boca dejando su sabor a
ceniza y sangre
tengo miedo
miedo a que mi voz se ahogue antes de soltar un grito de ayuda
miedo a que ya sea demasiado tarde para evitar el olvido
he perdido tantas cosas, tantas, tantas cosas…
quedaron ocultas en los recuerdos, junto a las palabras que
nunca fueron pronunciadas
al lado de los gestos de amor sin mostrar
poco se dirá de mí, quizá tan solo algunos, muy pocos,
nombren mi rebeldía
y la entrega a defender las causas que sufren injusticias
otros quizá digan que yo era fuerte y dura, crítica y amarga
los menos, hablarán de la sonrisa de mis ojos…
no importa
nada importará lo que se diga cuando el silencio
y la negrura sea mi único avatar posible
pero no tengo miedo a esa oscuridad
mi miedo es al dolor que pincha y destruye de a poquitos en la madrugada
hincando sus uñas en mis dedos, mis
rodillas, las caderas
las vértebras que una a una se come
mientras
duermo
y me despierto de repente a sobresaltos
y abrazo a las sombras que caminan en la noche
y elijo quedarme a su lado con los ojos abiertos
mientras oigo a mi sangre
amamantando al dolor