El ego

Mi amiga, y también de muchos de vosotros, María, del del blog "El saco de mis pensamientos", publicó hace unos días un análisis sobre el ego...Sí, el ego. Eso que todos tenemos y que algunos tratamos de domesticar lo mejor posible. Aunque a veces, el ego crece más que nosotros mismos y acaba por devorarnos.

Porque el ego, necesita muy muy poquita cosa para alimentarse.

Desde que ando por las sendas de la poesía, he encontrado a algunas personas que no supieron adiestrar bien a su ego y que, por consiguiente, se han llenado de arrogancia, presunción y hasta soberbia.

Ya en mi libro Pronombres, incluí un poema titulado "Egodiosa" y que iba dedicado a una poeta que se creía mejor poeta que Lorca.

Y, en mi último libro A (des)horas, lleva el poema titulado "Las llaman poetas", dedicado a otra mujer que cuya ocupación casi diaria, es recorrer escenarios "porque sus numerosos "seguidores" se lo piden", interpretando algunos de sus textos.

Personalmente, en estas dos ocasiones nombradas, los poemas me los inspiraron dos mujeres muy diferentes entre sí a nivel cultural y social, y muy lejanas dentro de la geografía española. Lo único que tienen en común, es un ego individual más voluminoso que el espacio que ocuparían las dos juntas.

Por supuesto, también hay hombres poetas que no saben o no quieren controlar su ego. Hasta me atrevería a decir, que hay algo más de arrogancia y narcisismo entre los hombres que entre las mujeres que se dedican a escribir. No olvidemos que el ego, es una característica personal de los humanos y estar, está en todos los ámbitos donde nos movemos las personas. 

Ahora, os dejo aquí la lectura de "Las llaman poetas" en la magnífica voz de la poeta África Sánchez, quien me obsequia, de vez en cuando, con las grabaciones que realiza de algunos de mis poemas.

Las llaman poetas

Hay poetas que se suben al pódium

elevan el volumen de las alabanzas

y miran desde arriba

con sonrisas de hielo

y suspicacia.

Se sienten diosas.

Convencidas
de  merecer la tiara.

Llevan un ejército de braceros

que les abren el paso con pétalos

y portan pendones noctámbulos.

Y ahí van ellas

noche tras noche

a lucir sus plumas de gansa

sobre escenarios anexos

a una barra de bar

            y costo

o en salones privados

nutridos de endogamia.

Cada grupo

pasea a sus reinas
las coronan

las aplauden

las muestran

y ellas

crecidas
llegan al castillo

ebrias de ego.

A la salida del sol

saborean la resaca

de creerse
cada noche

auténticas 

                        poetas.