Os comparto este poema que nace a través de unos versos de esta autora:
El soplo
¿Si a usted, si a usted le hubieran preguntado si quería o no nacer?
sobre la cascada
las copas de los árboles
sobre los árboles
las nubes
sobre las nubes el sol
bajo el sol la tierra y el mar
y el agua vertida
de los ríos
frente al agua unos ojos
con la plenitud en sus niñas
y el silencio de las piedras
que guardan los recuerdos
la mirada fija en el horizonte
los labios bebiendo las lágrimas
y el hierro de la sangre
una pregunta viaja en la espiral del aire
se posa en los hombros de un cuerpo que palpita
y se emociona
ante la frondosidad del día
¿desea seguir aquí o prefiere viajar a las sombras?
el cuerpo detiene sus venas
e inspira el soplo
de la vida
Coral Bracho nació en Ciudad de México el 22 de mayo de 1951. Estudió lengua y literatura hispánicas, en la UNAM, y cultura francesa en París, en la Sorbona, en 1971. Ha trabajado como Investigadora en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, y como Investigadora y redactora en el proyecto del Diccionario del Español de México en El Colegio de México. Ha impartido cursos de literatura en niveles de bachillerato, licenciatura y maestría en la Universidad de Maryland y en México, y ha coordinado talleres de poesía en distintas universidades, en centros de cultura de diversos estados de la república, y en distintos países. De 1996 a 1999 fue tutora en el Programa Jóvenes Creadores del FONCA.
Autora de una obra poética extensa, por la que ha sido galardonada con numerosos premios, nacionales e internacionales, entre sus libros destacan Peces de piel fugaz (1977), El ser que va a morir (1982), Bajo el destello líquido (1988), Jardín del mar (1993), Trazo del tiempo (2001), Ese espacio, ese jardín (edición en México 2003, en España 2004), y Poesía reunida (1977-2008), 2019.
¿Le puedo hacer una pregunta?
"¿Le puedo hacer una pregunta?"
El sol transcurre entre las nubes
como tibia cascada. Estamos encima de ellas,
encima de la tierra y el mar
y el cielo es una vasta
plenitud sostenida. "Una pregunta,
óigame bien:
¿Si a usted,
si a usted le hubieran consultado...?"
Como los ojos suaves de esta niña ante el mar,
como su calma nítida.
"¿Le puedo hacer
una pregunta?"
(Un asiento adelante
el gris luido de la cortina encubre
este mar silencioso.)
Miro sus ojos a contraluz,
fijos e inquietos
y casi secos.
"¿Si a usted...?"
Veo el metal, su perfil,
entre la trama blanca. El azul.
Cambios de matiz, de textura, en el caudal
de la cortina. La cabeza que escucha,
que voltea "¿Quiere algo de tomar?"
Sus ojos, tercos, me ven de frente:
"¿Si a usted,
si a usted le hubieran preguntado
si quería o no nacer?"
"Haga la prueba –me dice–,
pregunte también usted; a sus parientes,
a sus amigos;
¿y usted, sí, usted –ojos ariscos
y brumosos frente al arco de luz–