Qué poca literatura leen nuestros hijos! No importa que la casa esté llena de estantes abombados por el peso de los libros. Si no les es obligado para algún trabajo de la escuela/colegio/instituto, qué pocos de ellos, por sí solos, cogen en sus manos un libro cuando se lo ofreces como un tesoro y les dices “ten, lee este libro. Verás qué historia tan bonita / qué versos tan hermosos / qué aventuras te hará vivir / qué sueños por realizar te aportará / qué personajes más entrañables conocerás…”
He podido comprobar en mis propias hijas, lo poco instruidas que han sido por sus profesores para animarlas a leer. En primaria, a la mayor, le hacían leer un libro semanal ya desde segundo.
Recuerdo que hicimos toda una colección de las aventuras de Leo-Leo y, más tarde, durante la realización de cuarto a sexto de primaria, hicimos otra gran colección de El Barco de Vapor. Pero en secundaria, sólo le hicieron leerLa Celestina y El Lazarillo de Tormes.
Recuerdo que hicimos toda una colección de las aventuras de Leo-Leo y, más tarde, durante la realización de cuarto a sexto de primaria, hicimos otra gran colección de El Barco de Vapor. Pero en secundaria, sólo le hicieron leer
Buenos ejemplos literarios, estoy de acuerdo. Pero, dónde quedan las grandes obras clásicas de Homero? Dónde quedan las aventuras de Ulises? Dónde quedan los versos de Bécquer? Dónde aprenderán ya las rimas de Alfonso el Sabio? Cuándo saborearán cada frase escrita de Oscar Wilde o Tolstoi, o tantos otros innumerables todos? Cuando se emocionarán con Julieta, o con Macbeth y acabaran admirando Shakespeare? Cuándo se reirán y a la vez llorarán con las aventuras de Don Quijote y aprenderán a través de los grandes escritores como Cervantes?
Cuándo descubrirán a los “Grandes Poetas Muertos”?
En alguna ocasión he leído que los hijos siguen nuestro ejemplo, que si los padres leemos, ellos leerán…
Pero no siempre es así. No siempre de un padre lector sale un hijo al que le guste leer, de la misma forma que a veces, la mayoría de las veces, de un padre liberal, sale un hijo “carca” y, viceversa…