Tras oír a Esperanza Aguirre y, como os conté en mi entrada dedicada a la presidenta de la comunidad de Madrid, pedí cita para mi ginecólogo.
Al hacerlo, me di cuenta de que llevo más de dos años sin visitarle. Y yo en la creencia de que había sido en enero del pasado año cuando oí de sus labios las palabras más tranquilizadoras que me ha dedicado:
- Bueno, pues la mamografía está mucho mejor que la anterior, ha desaparecido el nódulo y estás perfecta, así que hasta dentro de tres años no repetimos.
- Ya no me vas a mandar una “mamo” cada seis meses? No me lo puedo creer!
- Si, esto ha mejorado completamente, así que no hay que repetir por el momento.
Uf! Me alegré tanto!... que si no es por la Espe, no me doy cuenta de que me aproximo a los tres años y no he vuelto a la consulta!
Claro! Estaba tan eufórica con el tema de no repetir la “mamo” que me quedé solo con aquello del "hasta dentro de tres años nada de revisiones"… pero solo se refería al tema del pecho! Debería haber vuelto para una citología y ecografía al año, y yo con estos pelos! Oh my God!
Menos mal que ya tengo mi cita y en una semana ála! A pasar por el calvario de las pruebas malditas!
Porque… hay algo más denigrante para una mujer que subirse al “potro”, abrirse de piernas y dejar que te introduzcan una serie de aparatos para extraerte jugos primero y para cotillear tus adentros, segundo?
Llevo con el mismo “gine” desde hace 21 años. Ahora, a sus casi sesenta, es guapo. Pero os aseguro que cuando tenía casi 40 era el tipo más feo con el que me he topado! Llevaba unos lentes de culo de vaso sobre su nariz judía, que le hacía parecer una caricatura del TBO.
Imaginaros en el “potro de torturas”, con los pies en los estribos, las piernas abiertas –a mí siempre se me juntan las rodillas- y el tal tipo sentado en un taburete bajito, olisqueando tu intimidad… No paraba de hablarme y separarme las rodillas para alternar su mirada de seis ojos de mis adentros a mi rostro… No me daba la risa porque estas cosas las he considerado indignas desde el primer momento, pero de verdad que era para mearse!
En una ocasión en la que estaba conmigo en la consulta mi hija con 3 añitos –no recuerdo bien la razón por la que nos acompañaba mi hija pequeña-, cuando pasé tras el biombo para semi-desnudarme y subirme al potro, mientras que mi gine se ponía los guantes de látex en el mismo habitáculo, de pronto se asomó mi hija y me preguntó:
- Mami, por qué te quitas las braguitas?
Yo creí morirme, tanto que no se me ha olvidado jamás el tema –se acordará mi niña de esto?, se lo tengo que preguntar, igual está traumatizada y por eso me estudia tan mal! - Si me hubiese valido habría aporreado al padre por no quedarse con la pequeña en la sala de espera!! Pero claro, él tenía que estar conmigo, no fuera a ser que el “gine” se sobrepasase en algo… !
La cuestión es que mi doctor contestó a mi hija sin ningún pudor:
- Ya ves pequeña, tu mami está haciendo striptis y además pagando!
Dios! Qué vergüenza! Y mi marido partiéndose de la risa! Tuve que ser yo, antes de subirme al “potro de torturas” quien le dijera:
- Anda nene, llévate a la peque fuera…
Solo habría faltado que la niña me viera en el potro y a mi doctor 6 ojos sentado entre mis piernas, introduciendo cositas en las entrañas!!
Porque vamos a ver! Supongo que todas os habréis dado cuenta de lo “grimoso” que son los malditos aparatitos! Porque a ver, a quién se le ha ocurrido semejante instrumental? Seguro que son hombres todos! Sí, la tecnología a avanzado mucho, pero no me digáis a mí, los técnicos deben ser todos masculinos, de ahí tanta forma fálica al aparatol!
Primero nos hacían las ecografías con un aparatito que se resbalaba con vaselina por nuestro vientre, el único inconveniente era que te tenías que beber el grifo entero dos horas antes de la prueba. Yo lo hacía, luego me iba a la consulta, me sentaba a esperar mi turno, pero a la media hora -2 y media después de haberme tomado el grifo entero- si el 6 ojos no me había llamado, aquí una tenía que ir corriendo al baño porque no aguantaba ni una gota más en la vejiga. Y cuando por fín tocaba entrar a la consulta, mira por donde, no se veía nada porque como había vaciado la bolsa de pis ahora tenía que empezar el proceso de nuevo. Ála! a sentarse en la sala y beber más agua!
Luego los técnicos idearon otro sistema mucho más moderno ¿¿??. Y listos ellos! –porque son hombres-, eliminaron el tema “bébete el grifo entero y aguanta sin hacer pis 2 horas y media”. Pero no gratuitamente oiga! A ver que nos íbamos a creer nosotras! Para no utilizar agua, el aparato ya no se paseaba por nuestro vientre, sino que entraba en nuestra cueva con cámara y todo para televisarlo en cinemascope…
Vaya sensación más desagradable! Subida, como siempre en estos casos, al “potro de torturas” con los pies en los estribos y mis rodillas que siempre se me juntan, viendo como mi “gine” coge en sus manos un ¿consolador enorme? –es lo que me pareció la primera vez que lo ví-, le pone un ¿condon? Y ála! a explorar cuevas subterráneas! Y una sujetándose al “potro de las torturas” como si éste le pudiera salvar la vida! Y venga a sentir aquél instrumento fálico moviéndose por todos los rincones de tus entrañas! Por Dios! Es que no pueden idear algo menos denigrante??? Y mi médico 6 ojos mirando la pantalla con cara de bobo y marcando crucecitas para acorralar un “granito”!!
Y Así año tras año, hasta que de pronto un día te dice:
- Como ya has cumplido los cuarenta –quién yo?, ni me he enterado oiga!- este año haremos una mamografía…
Vénga! Por si era poco lo del “potro de torturas” y el ”consolador enorme con condón” ahora íbamos a experimentar un artículo de tortura nuevo!
Claro que yo estaba muy suspicaz con el tema… conociendo la “aparatología técnica” diseñada para reconocernos anualmente… eso de que el nuevo instrumento se llamara “mamógrafo” ya despertaba mis incertidumbres sin saber cómo íba a ser la cosa en cuestión.
Como era de esperar el día “X” llegó. Entré en la cabina de un radiólogo con tanto susto encima que las manos me temblaban…
- No se preocupe señora, ya verá que pronto acabamos, pase a esa cabina y desnúdese de cintura para arriba…
Me dijo un jovenzuelo de unos 25 años, quien supuestamente era el técnico en radiodiagnóstico que me realizaría la prueba. Yo, que soy bien mandada, entré en la cabina y me quité todas las prendas que llevaba tal y como me habían ordenado. Pensando que sería como una radiografía y al no ver ninguna bata que ponerme, abrí la puerta y pregunté por la misma…
- No señora, no se tiene que poner nada. Si ya está lista salga y comenzamos…
Tonta de míi, salí tapándome los pechos con los brazos y llena de vergüenza por la situación –indígna una vez más-, y sin saber en cual de aquellos instrumentos de la helada mazmorra me iban a colocar…
El técnico me indicó un aparato con una bandeja de cristal… me empujó hacia el, cogió mi pecho ¿? –mientras yo perpleja le hacía saber que aquello no me gustaba-, lo apoyó en aquella bandeja –luego supe que es una especie de metacrilato-, con el pie pisó un pedal con sistema hidráulico –vaya, aparato de tortura sofisticado, pensé-, que bajó levemente la bandeja para estar a mi altura y… comenzó a bajar una segunda bandeja que se apoyó en la parte superior de mi pecho…
Aquello era monstruoso!! Mi pecho era un sandwichs!! A quién se le había ocurrido semejante técnica de diagnóstico? A una mujer no, seguro que no!! Y encima aquél canalla de jovenzuelo seguía apretando ambas bandejas… Qué pretendía, triturarme el pecho? Grité:
- Oye, oye! Que yo creo que me has apretado demasiado!! No lo soporto, suéltame por favor!!
- Aguante un momentito que ya acabamos…
- Que no , que no…
Mis lágrimas recorrían mis mejillas, creí que me iba a marear, le dije que le contaría todos mis secretos, le prometí dejar de comer chocolate a escondidas… pero por favor, suéltame ya!!!
Cuando las bandejas se abrieron, descolgué mi pecho de aquella tortura china, y sin entender muy bien al joven técnico que manejaba el mamógrafo –un mamonazo de tío, vaya-, me volví a la cabina para vestirme…
Al colocar mi pecho en el sujetador, me pareció mucho más lacio de lo normal… Claro con el rollo de apretarlo y estrujarlo cómo iba a estar el pobrecito??
No sé como llegué hasta mi coche. Recuerdo que una vez sentada en él y tras golpear al volante como si éste tuviese toda la culpa de aquella violación que acababa de sufrir, llamé a mi marido llorando… Buaaa, buaa!! Esto es lo último!! Cómo pueden hacer estas cosas tan salvajes sin que ninguna mujer se queje, grite y se rebele contra ello??? Quién es el pedazo de misógino que inventa estos aparatos?? No pienso volver a repetirme una mamografía de éstas en mi vida!! Se va a enterar el 6 ojos cuando me vuelva a ver!!!
- Tanto duele? –me preguntó suavemente mi chico-
- Que si duele??? Pero vamos a ver! No te acabo de contar que me han violado, ultrajado, humillado, espachurrado el pecho causándome el mayor dolor que jamás haya sentido??? A ver si entiendes! He podido escapar de una mazmorra helada, llena de instrumentos de tortura donde me han colocado en uno de ellos y me han dado “pa´l pelo”!! que le he contado al chaval hasta cuándo fue la primera vez que mentí a mi madre para no contarle que me estaba acostando contigo!!! Pero es que no te enteras??? Que ya quisiera yo ver si a los tíos, cuando les revisan la próstata, les espachurran sus delicados testículos contra dos planchas de metacrilato, o lo que porras sea, hasta que se los dejan blanditos como un pedazo de plastilina aplastada por un mazo!!!
- Bueno, venga, ya estas más tranquila?
- Si, ya voy encontrándome mejor…
- Ala, pues sal de coche y tómate un cafelito o una infusión y relájate, ya hablamos cuando nos veamos en casa, ok?
- Ok, Ciao.
Ála! Ya está… te tomas un cafelito y te relajas!... Es que no entenderán nunca nada!!
Tras aquella primera experiencia sucedieron muchas otras, una por año y durante tres años seguidos, una por semestre… Pero claro, mi ginecólogo, el de los 6 ojos, se sometió mientras tanto a una carísima intervención quirúrgica para eliminar su miopía galopante… hasta el punto de que no solo le quitaron los lentes de culo de vaso, sino que dejó de usar gafas. Claro con lo que cobraba de todas las que religiosamente íbamos a su consulta anualmente o como mi caso, cada seis meses, ya podría hacerse todas las operaciones plástica que le diera la gana….!!
Ahora es un señor, como os digo, cercano a los sesenta años, muy apuesto, divorciado por tres veces y con muy buen humor –como siempre-, así se asegura que durante tantos años, sus clientas sigamos nombrándole como “Mi ginecólogo”, cosa que le llena de orgullo, según sus palabras.
Y nosotras seguimos haciéndonos pasar por el “potro de torturas”, el “consolador enorme con condón”, las mamografías y todo lo que él nos diga… con tal de recibir su frase final tras cada consulta, aquella que todas esperamos expectantes y por las que pasamos tantas torturas un…. ESTÁS BUENÍSSSIMA!!!
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