Las primeras fiestas de Navidad ya pasaron. Ya nos hemos reunidos con las familias… ya hemos discutido con aquellos que no podíamos hacerlo durante el resto del año, simplemente porque transcurrió sin vernos… sin hablarnos… sin pensar siquiera que otra vez llegaría la Navidad , volveríamos a encontrarnos y las mismas añejas discusiones nos enfrentarían ante la mesa…
Pero las dos primeras pruebas la hemos pasado… que no superado.
Nos hemos desbordado, nos hemos enrabietado, hemos pataleado, hemos gritado… y a solas, hemos llorado…
Solos, encerrados en la independencia de un cuarto de baño, sin el consuelo de quienes afuera esperan que tomemos decisiones… por nosotros mismos, por ellos también…
Lloramos… dejamos que nuestras lágrimas mojen el antebrazo en el que apoyamos nuestros labios… amortiguando los sollozos con nuestra propia carne, para que nadie nos oiga… para que nadie sepa que la Navidad no nos deja ver el horizonte… nos impide encontrar el camino de salida, porque nuestros ojos se han descolocado, no están en nuestras cabezas…miran desde el corazón y, desde ese valle… en estos días solo vemos lo que hemos caminado… los esfuerzos durante la marcha, el trabajo desarrollado… el cansancio y, sobre todo… las despedidas…
…Vemos lo que hemos dejado atrás, aquello que ya no poseemos, o que quizá, nunca fue nuestro… solo tuvimos el espejismo de tenerlo.
Vemos a quienes se quedaron atrapados en el camino sin ver la puerta de salida… y a quienes nosotros no supimos ayudar.
Vemos a quienes se perdieron para siempre y nunca más nos acompañarán… los echamos de menos… necesitamos de su consuelo… creemos que solo ellos nos pueden comprender en nuestro desasosiego… y las lágrimas se derraman por todos ellos, pero sobre todo por nosotros… tontos llorones a quienes la Navidad nos llena de nostalgia e insatisfacciones… a quienes pensamos que no hay nadie entre quienes nos rodean que se acuerde de nosotros, que nos quiera por lo que somos… que comprendan que estos ñoños lloramos porque necesitamos que las lágrimas laven nuestras desdichas y que… los ríos llorados arrastren la soledad que nos embarga el alma, con cada Navidad…
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