Bajo estas líneas, una reseña más de mi libro de poemas AGUA, que ha sido publicada en el número 12 de la revista cultural ASCHEL DIGITAL, con ISSN 2605-0307, y que también podéis leer en la publicación de la revista Littera, en este enlace.
Por Isabel Rezmo
El agua está en un estado de movimiento
perpetuo. En el mar, su inquietud permite el desplazamiento de todos los
animales y plantas que viven en él. El agua es transformación y, como tal, ha servido de fuente de inspiración
a lo largo de la historia. De hecho, el movimiento del agua se ha utilizado
como metáfora en la literatura y especialmente en la poesía.
Para el Budismo, “ser como el agua” es una metáfora integradora con la naturaleza que se extendió hace más de 2.500 años por todo Oriente. En Asia, donde ahondan sus raíces las más antiguas religiones, el valor del agua como símbolo de vida y purificación queda de manifiesto en todos los cultos.
En la Biblia se refleja el poder simbólico del agua. Aparece 582 veces en el Antiguo Testamento y es usada tanto para describir la creación, como la destrucción, la purificación, la regeneración y el amor. El agua acompaña al espíritu divino y a su relación con los hombres en todas las etapas de la larga historia bíblica. En los Evangelios cristianos el agua adquiere un significado muy especial como metáfora de sabiduría divina: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”. La historia de la filosofía y los ritos de las culturas y religiones milenarias lo confirman: en todas, el agua es símbolo de vida, purificación y esperanza, valores que son un denominador común que nos une y que deberíamos tener mucho más en cuenta.
No podía ser menos la importancia del agua en la poesía. Por ejemplo Benedetti habla del mar como algo misterioso lleno de mensajes ocultos; Guillermo Prieto habla de lo que le provoca oír la palabra “mar”; la conmoción, la sensación de “engrandecer el alma”, el entusiasmo… Personifica al mar, y habla de su “seno” y de sus sonidos.
¿En este sentido qué connotaciones encontramos
en el libro de Asunción Caballero, AGUA (Editorial Nueva Estrella, 2021)?
Acabo de leer el libro y todo el poemario es un principio poético, metafísico y espiritual sobre el agua; una sucesión de imágenes y al igual que en los tres estados en la que ésta se encuentra (sólido, líquido y gaseoso), Asunción pasa por ellos y muestra sus emociones en función de la influencia en su carne y en su alma de cada uno de ellos. Encontramos proyecciones paralelas en función del movimiento del agua, de sus mareas, de su calma, de su furia. Tal es así el comportamiento humano.
Así lo engloba en el poemario en dos partes:
MAREAS Y TORRENTES.
El ser humano es un ser en continuo cambio desde que nace. Intenta adaptarse al medio en el que vive, teniendo que lidiar con múltiples elementos, variables tantos propios como externas. Al igual que la Luna, la marea trae consigo esos cambios y sus consecuencias. El acto humano tiene causa y consecuencia.
A veces nos adentramos compulsivamente en nuestros fines, en nuestros objetivos, con una desesperación brutal. Otras veces necesitamos calma, necesitamos meditar nuestros actos, nuestras acciones, y en ese caso, esperamos como la marea, a que llegue el momento oportuno. Algo parecido ocurre con las fases de la Luna. La luna inquebrantable en su puesto en la noche y sin embargo, sus efectos pueden ser tan dispares cuando se muestra de una manera, y la poesía fluye en armonía, en quietud o por el contrario con rabia, sangrante o doliente.
Así percibo a Asunción en esta parte del libro. Sus mareas saben a refugio, a soledad, a rebeldía, la no aceptación y SER AGUA como afirma nada más comenzar con el primer poema. El agua es necesidad vital: de vivir, alimentarse y ser libre. Es un símbolo de vida, purificación y esperanza:
Ser rama
hoja
Raíz
fruto
Copa
Sauce
Ser agua.
La marea se agita impunemente a medida que avanzamos en esta parte. Igual que las olas rompen en las piedras y en la orilla; el lenguaje se hace hostil. Y la poeta se desnuda y el mar, se desborda, y la acoge y la viste; se funden en una unión visceral donde ella misma forma parte de ese paisaje arrastrándola en su corriente:
Custodio agua en las tripas
como torrente rompe el aire
y el vacío se queda sordo.
Me enriquece y me encanta el juego que desarrolla con las metáforas, las imágenes. Muy directas, casi cortantes lo que imprime ritmo, al libro. También hay belleza. Hasta incluso se puede apreciar la línea ascendente desde que comienza el poemario hasta que va avanzando este primer bloque; casi podría sentir la espuma del mar salpicándome; el impacto de la sal, de las piedras o la arena en mi piel.
La poeta se enfrenta a su tempestad.
Soy alga
y me adapto
a la geometría del mar
y a tus caderas.
En esta marea insondable, las referencias al amor y al destino son innumerables. También al refugio, a la nostalgia, a la soledad, al vértigo de la vida.
También el recuerdo se hace presente, lugares
concretos representados en algunos poemas como el poema Gadir uno de los poemas más bellos de esta parte o Mare Nostrum.
Cuando a veces observamos la playa y el mar, sobre todo cuando hay poniente, o tormenta, el ruido es ensordecedor. Y si nos paramos a escuchar con atención ese ruido cala tanto en nosotros que nuestro vello se eriza.
Las emociones causan en nosotros un efecto
ensordecedor, sobre todo provocado por nuestros miedos y temores, cuando
sufrimos el abandono, el olvido. Hay mucho de introspección en esta parte del
poemario, Torrentes. Aparece un
lenguaje mucho más seco, frío y distante que en las mareas. A veces con furia,
a veces implorando (rabia y rabia y rabia, / contrafuerte de la presa
/que sostiene el llanto).
El agua en esta parte es protagonista de un
deseo: la sanación y/o reparación.
Torrentes
Torrentes de lluvia nacen
para recorrer vértices
astillados por vómitos.
Me pierdo transitando
el diámetro vicioso
del círculo.
Quizá
la noche pueda
descubrirme la luz
que esconde el día.
Desde un punto de vista emocional el lector oscila en un maremágnum: la calma, ira, caos, la transparencia, la fluidez. Es lenguaje, metáfora y enseñanza. Asunción provoca al lector. Intenta hacer visible lo invisible y comprensible lo casi incomprensible. Va más allá de la supervivencia del cuerpo, de la dignidad y la justicia, es espiritual.
Hay poemas con connotaciones al poema de
Cavafis Ítaca:
La poeta
quiere emprender su Ítaca particular. Todo es un diálogo consigo misma para
intentar hacer un viaje y ese viaje es volver al origen. Empezar de cero,
volvernos limpios para una y otra vez emprender el camino.
Volvernos claros, limpios e inocentes como el
agua cristalina. Volver a la vida.
Eso es el fin del agua, de nuestro bautismo y
de nuestra vida.
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